Ensayo a partir de la lectura del libro "Sobre la fotografía".
Introducción
Pensar sobre la fotografía en nuestros días, es evocar
un monstruo que ha reproducido de manera increíble una y otra vez nuestro mundo. Esto ha sido posible debido a la diversificación de sus usos y los
medios por los cuales se puede ejercer; gracias a su industrialización y a la
relativa facilidad con la que es posible llevar a cabo su práctica; de modo que,
hoy en día casi todas las personas pueden traducir cualquier experiencia a
imágenes.
El libro que se planteó analizar para este ensayo, lleva por
título, “Sobre la fotografía” de la escritora Susan Sontag. Este, aborda
distintos temas y problemáticas en torno a la práctica de la fotografía a lo
largo de su historia. Es un texto realmente diverso y enriquecedor.
Sin pretender ahondar en temas extensos desarrollados en el
libro tales como, si la fotografía es arte o no, o cuál sería el modo correcto
en que se debe desempeñar, etc. el objetivo de este texto es analizar un tipo
de fotografía y su importancia como rito social; básicamente, esta forma parte
de la historia personal de “alguien” de “nosotros”, se nos revela como testigo capaz
de capturar el paso del tiempo, afecta nuestro desarrollo, nuestras relaciones;
pero también puede hacernos caer en el registro de lo absurdo, de la trivialidad,
e irremediablemente, de manera irónica, revela siempre la fragilidad humana y la indefensión
a la que estamos sujetos ante nuestra propia finitud en esta línea temporal. Es
decir, trataremos sobre la fotografía banal, cotidiana, “familiar o de aficionados”, como se
refiere a ella la autora (Susan Sontag). Este análisis lo haremos a partir de lo leído en el
libro antes mencionado y en algún otro texto, enmarcando estas reflexiones
desde mi particular punto de vista y experiencia en torno a la fotografía "impresa" cuyo valor comenzó a mermar hacia finales de los 90´s. (al ir acercándonos al término de las reflexiones, la visión de la fotografía se amplia hacia la fotografía en un entorno digital, contemporáneo).
Las fotografías Nuestras
En el desarrollo de este texto, nos referiremos como
“fotografía familiar, popular o de aficionados”, al tipo de fotografía que
cualquier persona es capaz de capturar con cualquier dispositivo que le permita
hacerlo.
Susan Sontang, habla muy poco
sobre el tema, sin embargo lo aborda en las primeras páginas y posteriormente
de manera indirecta, comienza diciéndonos: “Recientemente la fotografía se ha transformado en una
diversión casi tan cultivada como el sexo y el baile.” Tal es la magnitud de su introducción en la vida social que es fácil
suponer que todos poseemos registros fotográficos de nuestro desarrollo como
personas.
Desde que tuve conciencia de la existencia de la fotografía,
me pareció absolutamente mágico, “surreal”, cómo es que un objeto puede replicar
un fragmento de la realidad visible para ser preservado. Las fotografías en el hogar donde crecí, siempre tuvieron un lugar importante, sin embargo la idea de su exhibición
fue un tanto despreocupada, de manera que permanecían en cajas o baúles sin ver
la luz por largos periodos de tiempo. Esta particular dinámica, nos permitía a
mí y a mis hermanos consultar de manera fortuita estos registros y redescubrirlos,
cada vez más sorprendidos del paso del tiempo. Este tipo de fotografías, las
que hablan de un “alguien”, son de las que hablo aquí, ya que me generan un
interés mucho más profundo debido a que nos afectan directamente por su carga
nostálgica y anecdótica que en ellas existe, provista por nosotros.
La fotografía “popular” es capaz de
mostrar nuestra realidad y evocar “recuerdos significativos”, ya que se trata
de nosotros o de los que habitan nuestro mismo espacio; funge como evidencia de
la consumación de un hecho, de la construcción de lazos emocionales, nos parecen
familiares, confiables y por lo tanto parecen poseer un grado de “verdad”.
En nuestros días, es casi imposible suponer que en
una casa no exista un sistema para obtener fotografías ya sea cámara o celular
de algún tipo, tanto en los inicios de la fotografía familiar como ahora, el no
fotografiar a los niños en desarrollo es sinónimo de desinterés. "La conmemoración de los logros de los individuos en
tanto miembros de una familia (así como de otros grupos) es el primer uso
popular de la fotografía.” Es verdad que estas fotografías que tiene que
ver con nuestro desarrollo familiar intimo tienen una correspondencia profunda en
nuestros recuerdos, nos evocan sensaciones, sentimientos acerca de un hecho. “Poco importa cuáles actividades se fotografían
siempre que las fotos se hagan y aprecien.”
Desde mediados del siglo XIX cuando la fotografía se
integra a la vida familiar, cobró gran importancia fotografiar eventos significativos
para la vida intima de las personas, de tal modo que hoy en día, capturar encuentros
sociales, hechos memorables ya forma parte de un comportamiento que se espera
socialmente, como Sontag lo menciona; “Es sobre todo un rito
social, una protección contra la ansiedad y un instrumento de poder.”
Uno de los objetos más
significativos de la conservación de los recuerdos dentro de un circulo familiar
son “los álbumes fotográficos”, ya no es tan popular tenerlos en casa, y al
menos en los 90´s, yo recuerdo que eran objetos rituales casi mágicos, ya que contenían
nuestras historias, la huella de nuestras vidas que podíamos medir en pequeños acontecimientos.
Pero, ¿Qué es lo que nos conquista de estas fotografías?. Existe
una especie de “Aura”, que nos atrae hacia estos objetos memorables (las
fotografías impresas), que nos producen añoranza, necesidad de preservar y
miedo de perder. Deshacernos o “romper fotografías de un ser querido muerto nos
parece un despiadado gesto de rechazo”. Estas fotografías/objetos son
apreciadas, según Sontag por ciertas características que poseen y que
constituyen esta aura. Una de ellas, es muy simple, porque fotografiar es conferir
importancia, enfatizar, el “phatos” las generaliza y les provee un halo de añoranza,
solo por el hecho de haber sido fotografiadas hace muchos años ; Otra razón
puede ser la relación que estas puedan tener con el tiempo, el deterioro físico
o proceso entrópico al que están expuestas las fotos, se ponen amarillas, se
agrietan, se humedecen, etc. asumiendo con dignidad un estado de vejez que nos recuerdan
el trascurrir del tiempo, y esto también, en tanto a pesar de reconocernos, ya
no coinciden esas imágenes con nuestro estado físico y mental actual. Si el autor
es un ser querido pasa a ser un ente importarme dentro de la experiencia,
incluso puede ser mucho más destacable que el nombre de un artista con su obra.
Todos estos objetos nos hace contrastar el presente y el pasado, y en algunos
casos nos hacen creer que “el pasado que contemplamos fue mejor”. Por otro lado,
estamos ligados a estas imágenes porque nos dan indicios de lo que ya no será,
de nuestra fatalidad, nos dice Sontag, “Las fotografías declaran la inocencia, la vulnerabilidad
de las vidas que se dirigen hacia su propia destrucción, y este vínculo entre
la fotografía y la muerte lastra todas las fotografías de personas”, o como
Barthes lo expresa "La fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente". Estas condiciones forman parte de un valor moral nostálgico
que le conferimos a las fotos.
A diferencia de la fotografía como arte, estos objetos populares
no son cuestionados de ninguna manera, da igual la técnica o maestría con las
que fueron ejecutados, siempre y cuando sean reconocibles y apreciados.
Estos rituales capturados, como casi siempre, la
sociedad los ha llevado a extremos absolutos debido al proceso cada vez más fácil y accesible, al grado de perder la capacidad
de discernir entre un evento memorable y fotografiar de manera compulsiva la trivialidad
absoluta, desvirtuado esta idea de lo que es importante conservar o no. Ahora
estos registros se conservar en su mayoría de manera digital en memorias,
discos o en las redes sociales. Han perdido casi por completo el encanto del
aura que los hacían entrañables de la forma en que recordábamos, pero aun siguen ahí hablándonos de las mismas cosas.
Como conclusión cabe mencionar que mi visión sobre
este tema, es absolutamente personal, me mueve internamente debido a que la
fotografía en estos términos y condiciones a pesar de haberse transformado en
este monstruo, virtual, salvaje; ha logrado permanecer democrática, ser libre
de museos, de la crítica, de pensarse y sentirse como uno quiera o pueda, y de
ser guardados en álbumes, baúles, memorias o en la "nube" por la razón que uno desee. Son nuestras.
Al finalizar de leer el libro, me topé de manera grata con
una cita que confirmó la inclinación que tenía hacia el tema del ensayo que ya
se venía concretando. Coincido con ella y me pareció muy conmovedora.
Quisiera tener un recuerdo conmemorativo semejante de
todos y cada uno de los seres que he querido en el mundo. Y no es solamente el
parecido lo que precio en tales casos, sino las asociaciones y la sensación de proximidad
que la cosa supone… el hecho de que la sombra misma de la persona esté allí, fija
para siempre. En lo que pienso es en la santidad misma del retrato, y no, no me
parece monstruoso por mi parte decir justamente aquello contra lo que mis
hermanos se oponen con tanta vehemencia, a saber, que prefiero uno de estos
relicarios de un ser querido antes que el más notable de los trabajos jamás producidos
por un artista.
(en carta a Mary Russell Mitford,
1843)